Romper con los cánones actuales del cine comercial y masivo y brindar una experiencia un tanto más “volada”, reflexiva y cuestionante es lo que “Sangre de mi sangre” sugiere traer a colación. En una desestructura que se asemeja más al ensayo y experimentación que al cine moderno, el film se divide en dos partes que apenas son hiladas por algunos pares de elementos para ser cerradas, si es que el círculo se resuelve, con una tercera y pequeña parte a forma de epílogo que parece unificar las ideas con un par de significantes poderosos, poéticos y desarrollables.
No se trata de una película elitista en lo más mínimo. Todo lo contrario. Pero si exige de cierta atención en la cual será imposible esquivar los cuestionamientos que nos ejecutamos automáticamente al intentar entender algo que de a momentos parece circular zarandeando en circuitos bipolares.
La historia de una monja acusada de seducir a un confeso para que cometa suicidio en un convento del siglo XVII en el pueblo de Bobbio, en la provincia de Piacenza, Italia, la cual sufre los castigos de supuestos juicios divinos impuestos por terrenales, crueles, tortuosos y absurdos, en los cuales es expuesta a desafíos imposibles para comprobar su inocencia interpela con vampiros reclusos y aislados que se alejan de la vida moderna en aquel mismo convento/prisión que unificará lo poco que resuelve algún tipo de parentesco narrativo entre las dos partes.
Un vampiro que visita a un colega que se dedica a la profesión de la odontología para revisar un lastimado diente canino y hablar sobre la actualidad política y económica de Italia se regocija con un ménage á trois del hermano gemelo del suicida con dos hermanas en una habitación del convento inquisidor. Un pueblo moderno corrupto preocupado por la visita de un inspector oficial se enfrenta al castigo a la monja acusada mediante metales al rojo vivo sobre su piel.
La crueldad del primer fragmento del film plantea a claras en lo que la película ahondará. El poder. El poder de diferentes elementos eclesiásticos y la falta de límites de una institución todo poderosa, destacando su impacto en la sociedad del siglo XVII contra un poder derruido y devastado de los últimos pilares de ciertos sectores poderosos que se ocultan y aíslan en la Italia de hoy día. Todo esto, y más, será definido en una tercera parte más poética aún con un lenguaje un tanto débil desde la técnica audiovisual pero mucho más poderoso en su significado.
El humor sutil derivado de los años de sabiduría y experiencia de Marco Bellochio recorre gran parte de esta obra que propone cierta liberación y una separación determinante de cierta lógica contenida en el cine que nos acostumbra el comercio actual de esta industria. Basada en un cortometraje realizado por el mismo laboratorio de cine que Bellochio posee en Bobbio, su ciudad natal, el film desarrolla su esplendor a través de la combinación de diferentes etapas de rodaje llevadas a cabo por aquel grupo de estudiosos del cine.
Después de tanta película empaquetada que se nos presentan todas las semanas, donde todo está resuelto y el bien de consumo se agota así como el rodante de los créditos, “Sangre de mi sangre” viene a recordarnos que el buen cine sigue existiendo y que el arte todavía nos puede generar severas incógnitas y desafíos.
Julián Nassif
Cinematografia 