Back to black

Gracias a dios, algunos autores han decidido dejar de lado el típico formato de biopic desgastado hasta el cansancio, para centrarse en otro tipo de formato que también va camino agotarse: el de centrar la historia de vida del personaje en un lapso puntual de su carrera.

Este es el caso de “Back to Black”, dirigida por Sam Taylor Johnson (tratemos de olvidar por un segundo que es la directora de “Cincuenta sombras de gray”), quien aborda la etapa de la vida de Amy Winehouse que va desde alrededor de los 18 a tiempo antes de su muerte.

Cosas interesantes a tener en cuenta: la actuación de Marisa Abela es impresionante, también lo es como interpreta los temas de Amy. El resto del elenco acompaña muy bien y escuchar las versiones de las canciones de la cantante en el cine siempre es algo a aprovechar.

Cosas que podés dejar pasar: Quita de tu cabeza la idea de ver una Bio original o con alguna vuelta de tuerca. Más que un buen racconto estético y rever la historia de Amy, su relación con las adicciones y su perdición por el amor puro, no vas a ver.

Que se destaca: La interpretación de tamaño gigante musical. Evidenciar la belleza de las composiciones logradas y afirmar, una vez más, que casi cualquier canción de hace 15 años parece compuesta por Mozart en comparación de muchas de las canciones de moda de hoy día.

PD: Vas a recordar, una vez más, lo magistral de su voz.

Julian Nassif

El Bastardo

Un humilde y retirado capitán del ejercito se postula para lograr lo que nadie había hasta ese momento: desarrollar la agricultura en la llanura de Jutlandia en Dinamarca en el Siglo XVIII, proeza que el Rey de ese entonces incentivaba con títulos nobiliarios.

Quién lleva adelante la interpretación de dicho personaje es el siempre espectacular Mads Mikkelsen, en una interpretación destacada, que transita esta especie de Spaghetti Western trasladado a otra época y contexto con una precisión y sensibilidad absoluta.

Cómo no podía faltar, está el siempre necesario y archi cruel villano: el terrateniente y polémico juez Frederik Shinkel, interpretado por un fantástico Simon Bennebjerg. Como así también, la “fugitiva” Ann Barbera, llevada adelante por Amanda Collin, quien va a cerrar el “triángulo amoroso” de esta obra.

Una de las cosas más llamativas es que varios de esos personajes existieron realmente en la historia y fueron parte de alguno de los sucesos que se relatan en el film, aportándole una índole de revisión histórica más que relevante y una actualidad espeluznante.

El Bastardo no solo se destaca por su pericia cinematográfica, precisión actoral y un relato poéticamente exacto, sino que trasciende el contexto de la obra y propone algo que es absolutamente atemporal y global: la perseverancia, la resiliencia y los valores son intrascendentes si se sustentan en la soledad. El film trasmite justamente eso. La lucha material y moral no tiene asidero si se encona en el individualismo y la enajenación social.

Julián Nassif

Menem Junior: la muerte del hijo del presidente

Mini serie documental que repasa el hecho y la investigación sobre la muerte del hijo del presidente Carlos Menem.

¿Por qué verla? Porque ahonda un repaso de la controversial tragedia que aún no fue esclarecida, después de casi 30 años de su suceso, revisando cada una de las polémicas y de los giros, tanto de la investigación, como de la repercusión efectiva en la vida política y social de los involucrados. Y porque los 90as de nuestro país siempre generan esa fascinación morbosa que no podemos evitar mirar.

¿Revela algo? No. Simplemente revive y expone las emociones y opiniones de los allegados. Como muchas de las series formateadas que proponen las diferentes plataformas de contenido audiovisual, el mensaje es difuso. Se toma una óptica “objetiva”, sin compromisos, que se refugia en la supuesta exposición de “la realidad”, considerando que por más que se intenten de mostrar todas las voces, la sola existencia de un guión y de una puesta de cámara forman “un punto de vista”. Basándonos en que ese punto de vista, por más “objetivo” o imparcial que busque ser conforma una obra artística, desde este humilde lugar sigo esperando que los realizadores de este tipo de productos audiovisuales recuerden las palabras de Brecht: “No me gusta que las piezas contengan tonos patéticos, deben ser convincentes como un juicio”.

¿Donde la dan? En lo que ahora es Max. Que antes era HBO Max, y antes HBO Go, y antes…

Julián Nassif

Zona de interés

Estupor causa lo actual de este reflejo. La familia de un comandante Nazi vive justo en la “zona de interés” de Auschwitz (denominación para referirse a los 40 kilómetros aledaños a este tipo de campos de concentración). En la pulcritud y orden de su día a día, disfrutan de su bella casa rodeados de un imponente jardín que Hedwig (la esposa del comandante) misma diseñó.

Sus actividades diarias como: llevar a los niños a la escuela, cuidar del jardín, dispararle a judíos, matarlos en cámaras de gas, cremarlos, desarrollar innovadores hornos cremadores, recibir constantemente trenes repletos de futuras víctimas, cuidar de las lilas del campo, jugar con el perro, organizar grandes reuniones familiares, celebrar cumpleaños, navegar en ríos de cenizas y restos humanos; todo se desarrolla en armonía. En la frialdad y prolijidad del nazismo. Imperturbables seres que actúan en forma sistemática y brutal.

La historia es conocida, el retrato no tanto. El contraste de su vivienda que linda con el muro de Auschwitz genera una tensión incalculable. La incredulidad con la que uno observa lo que sucede (y no porque sea inverosímil, sino por lo espantoso de todo) vuelve a este film dirigido por Jonathan Glazer una obra impactante sin caer en el efectismo. El horror que trasciende y atraviesa toda la película (y también la realidad) contiene a todo el pietaje en una compresión delicada, donde todo pareciera suceder en una frecuencia inaudible, invisible.

No solo las interpretaciones están muy bien logradas, sino que hasta los gestos, por momentos caprichosos del autor, tienen contenido que se resignificará a posteriori. El paralelismo de lo expuesto con momentos y situaciones de nuestra actualidad es arrollador. La doble vara con la que se pesa un caballo o una flor y un ser humano es linealmente proporcional a la visión del “me da más lástima un perro que una persona” del vox populi contemporáneo. La preocupación por la belleza estética y por “el bienestar de las lilas para el presente y el futuro” toca el mismo timbre que el del ecologista de cafetería o el defensor de los animales de bazar.

Por suerte aún existe el cine. Por suerte aún existe otro país y otro consumo más que el yankee, por más que, irónicamente, el director sea inglés y esta película haya ganado a Mejor Película Extranjera del mayor premio estadounidense a las artes audiovisuales.

Julián Nassif

THE MAN WHO SOLD HIS SKIN

En un mundo donde la libertad de las personas es prácticamente inexistente, convertirse en commodity parece ser la única forma de poder circular libremente por el mundo y “ser libre de verdad” (Moris dixit)

Huyendo de la opresión, Sam cruza al Líbano para poder mantener su vida pero no así su libertad. Como refugiado Sirio, nuestro protagonista, no solo añora al amor de su vida que obligada tuvo que caer en manos de un poderoso compatriota, sino que lucha por la discriminación y la segregación cuando un artista de reconocimiento internacional lo encuentra y lo somete a una nueva forma de arte a cambio de una visa europea y porcentajes de ganancia.

Interesante tratamiento sobre la libertad y los límites físicos y morales nos brinda la directora Kaouther Ben Hania en una obra que retrata aquellas temáticas con sutileza y una puesta en escena sumamente interesante que saca a relucir lo impactante del lenguaje cinematográfico, utilizando recursos que, lamentablemente, actualmente se ven únicamente explotados por su valor estético y estilístico, para llevarlos a su más compleja expresión donde aportan drama y narrativa.

Con un final un poco aniñado, aparentemente irresuelto o hecho de una forma demasiado occidental y con un nexo a las tierras del oeste que se da por quizás lo peor del film: la floja interpretación de Mónica Bellucci, The man who sold his skin aporta a un debate en boga en el ambiente del arte, como así también una realidad de cientos de millones de personas alrededor del mundo.

Julián Nassif

POWER OF THE DOG

Con una dirección de fotografía absolutamente exquisita y basada en el libro homónimo de Thomas Savage, Power of the dog construye un relato que ahonda, por un lado, en los lazos emocionales y amorosos entre hombres en un época donde resultaba, prácticamente, socialmente prohibitivo. Por el otro, la ambigüedad de la toxicidad masculina y su hipocresía.

De interpretaciones que derrochan talento (Benedict Cumberbatch, Kirsten Dunst, Jesse Plemons y Kodi Smit McPhee) el film complementa a su belleza estética y acompaña un ritmo de a momentos cansino, aunque preciso en los tiempos del relato y la velocidad del ambiente y la época.

Power of the dog es una evidencia, una vez más, de obras cinematográficas destacadas y de altísima calidad que encuentran su cuna en una de las tantas plataformas de streaming a las que uno puede elegir suscribirse.

De corte más “festivalero”, lograda pericia y, por sobre todo, una belleza que confronta aquellos pasajes opresivos (excelentemente logrados inclusive en los espacios más expansivos y abiertos que la naturaleza nos puede brindar), Jane Campion logra una obra que se planta firmemente como un candidato a tener en cuenta para los Oscar’s 2022.

Julián Nassif

HOUSE OF GUCCI

Digamos que es una de las mejores cosas de esta película, justamente, no saber nada de ella ni los hechos reales en la cual está basada. Se podría imaginar que escribo esto porque tiene un guión magistral o una vuelta de tuerca fabulosa que nadie imaginaba y sorprende por todos lados. Pero la verdad es que no, si algo sorprende de este film es la capacidad de Ridley Scott de no transmitir absolutamente nada con una historia que podría haberlo hecho, con un diseño de producción que le hubiera permitido ir un poco más allá y un elenco que derrocha talento y facha pero que se aboca aburrirnos con interpretaciones empalagosas que parecen ser más un regurgitado de lo que estos actores solían o suelen ser.

Durante meses esperé poder ver esta película en el cine. Inclusive, debo confesar, descargué una copia en altísima calidad que nunca llegué a ver por preferir hacerlo en una sala como corresponde (lo cual también me desilusionó ya que la copia, al menos la que vi yo en la cadena de cines más importante de la Argentina, no tenía una calidad demasiado distinguida).

Ridley Scott es santo de mi devoción, pueden leer mi post anterior sobre un peliculón como El último duelo y tantos otros que he dedicado atesorar y distinguir a lo largo de mi humilde blog. Pero sí ha sido un autor bastante irregular a lo largo de los últimos 20 años. Quizás porque tiene la espalda y el talento para hacer “lo que se le cante”. Porque la verdad que no es que el tipo hace seguidillas de obras malas, todo lo contrario, tira alguna mala cada varias fascinantes.

Dicho esto nos encontramos con un film repleto de figuras destacadas en el mundo del fílmico (bueno si, ya no se dice más así, estoy atado a mi nostalgia) que aburren. Una dirección de arte que parecería ser correcta para el mundo que desconozco existía alrededor de los Gucci pero que no se destaca excepto por las escenas en lo que parecería ser St. Moritz. Un guión flojo que se envuelve en estereotipos, empalagados de glamour hollywoodense aunque alrededor de una historia interesante (insisto, sin es que no sabías nada de ella). 35 minutos de pietaje de más. Apariciones de grandes actores y actrices que hacia mucho no veíamos pero que no van más allá de una interpretación básica de una obra de teatro de barrio. Pero sí tres cosas importantes a destacar: Lady Gaga (que demuestra una vez más su versatilidad, lo gran actriz que es y lo tanto más que va a ser), Jared Leto (crack indiscutido) y una banda sonora que roza lo mersa pero se vuelve exquisita al estar así implementada.

Anda a verla si aún la pasan donde estés. Es ideal para un domingo con resaca al mediodía (yo la vi un jueves a la tarde).

Julián Nassif

LICORICE PIZZA

Amantes y no tanto pueden acordar que el talento y la capacidad tanto narrativa como estética y dramática de Sir Paul Thomas Anderson son innegables. La versatilidad de su arco artístico y la variedad en sus ejecuciones a lo largo de las décadas junto a su tamaña calidad veleidosa que ha inoculado en su historia demostrando composiciones complejas de gran capacidad en su diseño de producción así como también relatos más “simples” o “tangibles”, demuestran que estamos frente a un fuera de serie.

Licorice Pizza demuestra, una vez más, esa esencia única del autor donde entrama un coming of age (un poco pasado de edad) con excéntricos personajes y pasajes cuasi surrealistas (o puntillosamente cinematográficos), construyendo relatos dentro del relato, con una belleza única y un diseño de arte que sin importar cual sea tu edad envidiarías (seguramente tu marca de ropa favorita está sacando ese estilo esta temporada).

Con el debut de Cooper Hoffman (sí, el hijo de Philip) y la flamante actuación de Alana Heim (junto a participaciones estelares de varios, entre ellos Sean Penn, Tom Waits y Bradley Cooper), quienes hacen una interpretación admirable y prometedora, el autor redondea una obra que bien podría ser la historia de amor dulce e inexistente de Once Upon a Time In Hollywood (sacando todo el tinte Tarantino) y nos brinda una caricia tierna en un mundo que ya no es.

Una historia de amor de esas que a todos nos gustaría haber vivido o algún día vivir, en un entorno que a muchos de nosotros nos hubiera gustado, al menos, conocer.

Julián Nassif

EL ÚLTIMO DUELO

Un film que parece de batallas pero se acomoda en un melodrama cortesano.

Lo nuevo de Ridley Scott alcanza una de sus mejores obras en los últimos años y empata dos de las cualidades más preciadas del director, las cuales venían tropezando en algunos casos, que son el relato épico y el tratamiento relativamente simple de la naturaleza humana.

Con un guion escrito por Ben Affleck, Matt Damon y Nicole Holofcener (los dos primeros no escribían juntos desde Good Will Hunting), el film apela a denuncias patriarcales sin rozar lo panfletario y relata un evento tan repugnante como el de una violación para un racconto que se imprime en tres actos en los que se muestran las visiones de cada uno de los tres protagonistas, interpretados por Matt Damon, Adam Driver y Jodie Comer. Todos de destacadas actuaciones aunque la última se lleva el film.

Una producción de un tamaño que ya casi no se concibe, que no abusa del VFX y busca lo físico como punta de lanza artística.

4 MITCHES

ROJO

Un halo misterioso lo cubre todo. Una situación absurda e incómoda, aunque valerosa y cargada de ideologías, asoma para asentar las bases de lo que estamos por ver. Tardamos buen tiempo en lograr atar algún cabo en esta obra que nos retrotrae a una especie de Film Noir mezclado con los thrillers característicos de los 70s. Y allí se encuentra parte de lo más interesante de esta obra. Que no solo relata una historia que sucede en “alguna provincia de la Argentina” en 1975, sino que se ve exactamente como solían verse los films de esa época. El logro no solo radica en retratar aquella década en el diseño de arte y fotografía sino que acompaña al utilizar los recursos de la puesta de cámara de esos respectivos años.

Más allá de algunas extrañas características dentro de la fotografía que empañan un poco la claridad de una de las películas más interesantes del cine argentino contemporáneo que incluye el catalogo de Netflix, Benjamín Naishtat y el ajustado elenco formado por Darío Grandinetti, Andrea Frigerio y un siempre correcto Alfredo Castro (entre otros) construye una obra que, detrás de un violento y confuso suceso, es capaz de exponer con sutileza y mágica metáfora la complejidad del comportamiento, pensar y accionar de un gran sector del ciudadanía argentina que fue cómplice y responsable del período más oscuro de la historia argentina.

Una película que cuenta mucho más de lo que aparenta, conjugando diversas características, texturas y matices que dan paso a la oscuridad, develando fibras sensibles de un pasar complejo y violento de nuestra historia.

Como una bola de nieve, Rojo comienza con un pequeño hecho grave pero compacto, desatando una opresión y turbiedad que se complejiza y construye a lo largo de cada segundo del pietaje, para golpearnos en el pecho con cierta ironía y tensión descomunal, con maestro contrapunto de una banda sonora expectante y observadora.

JULIÁN NASSIF