HEDI (La Amante)

La Primavera Árabe parecería ser la continencia económico social que abraza al nuevo film de Mohamed Ben Attia, aunque, a lo largo del mismo, todo aquello que podría haber sido de una gran aporte narrativo, dramático y cultural se vea sumamente diluido y devenga en una historia ahogada de la “tipicidad” del melodrama clásico.

Y es que, justamente, lo que veremos en el film no será más que la historia que uno imagina cuando lee un título de tales características. Inmersa, mayormente, en la ciudad de Mahdia, recorre unos pocos días de la vida de Hedi, interpretado por Majd Mastoura, un joven trabajador de la industria automotriz que lucha su paga en el duro camino de la venta de automóviles en un país (sino es una cuestión mundial) de sobre stock y baja demanda, a pocos días de casarse con su joven y bella novia. Enviado por su jefe aquella ciudad, Hedi descubrirá en su soledad a una simpática, libre y bella Rym, interpretada por Rym Ben Messaoud, quien pasa a ser integrante del típico triangulo amoroso que el título del film denuncia.

En el camino de la historia, la obra aportará elementos muy vinculados a la cultura autóctona de Túnez, que se verán contrastados, de manera sutil, con aquellas “libertades” de las personas que trabajan viajando, recorriendo el mundo y aquellos “micro climas” que suelen desarrollarse en los complejos turísticos hoteleros.

Aquellos condimentos podrían haber sazonado un plato con cierta mirada socio-política afilada y profunda, aunque terminará deviniendo en un servicio soso, aparente “for export”, redundante, en una historia demasiado convencional para llegar a tocar algún nervio.

Sumado a una puesta que hoy en día ya resulta repetida, aquella cámara en mano que persigue a los personajes, fragmentando y movilizando todo sobre un ritmo dilatado, la obra parecería más acentuar una realización perezosa, virus que a muchos realizadores parecen haber contraído con la llegada del soporte digital de alta calidad, llevando lo que muchas veces es una elección estética a recaer en apatía.

Una gran oportunidad de plasmar la disyuntiva entre formas y estilos de vida a través de estas “dos mujeres”, la impuesta y la anhelada, que se paraliza, así como su argumento, en algo insulso y desganado.

JULIÁN NASSIF

 

THE DARK TOWER (La torre oscura)

Guiones, directores, estudios y productoras pasaron a lo largo de más de una década para que, finalmente, una de las obras más grandes y queridas de Stephen King, sea adaptada y llevada a la pantalla grande de una forma tan paupérrima, desastrosa y lamentable.

J.J. Abrams y Ron Howard pasaron por esta picadora de carne hasta que Nikolaj Arcel llegó para convertir una de las adaptaciones literarias más esperadas de la ciencia ficción en una demostración absoluta de la repetición de recursos limitados ajenos y de una pobre pericia en el desarrollo, tanto dramático como técnico, en una película que dan ganas de gritar lo horripilante que significa cada minuto de su pietaje.

Inclusive, logra que Matthew McCounaughey parezca un perdido actor de cuarta que no puede interpretar a esta especie de Neo malvado mezclado con David Copperfield, en una obra que tiene hasta la mezcla sonora errada.

Repleta de estereotipos estúpidos y adaptada para que cierre en el mundo “Disney” adolescente, un film que tenía planeada dos entregas más y una serie televisiva para poder contar el contenido de tan extensos libros, redunda en una seguidilla de imágenes donde uno esta pidiendo por favor que culmine.

Nada, pero absolutamente nada es rescatable en este film repleto de errores, dentro de una deplorable puesta que pareciera ser realizada por algún curso de medios de alguna escuela secundaria llevada a cabo por estudiantes apáticos con resaca post viaje de egresados.

Walter (Matthew McConaughey) in Columbia Pictures’ THE DARK TOWER.

Habiendo leído o no la novela de King, la sensación es la misma: ni todos sus millones de dólares deben poder apagar el incendio interior  que la úlcera que es este film le debe haber generado. 

JULIÁN NASSIF

 

LA CORDILLERA

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Una vez más comenzamos el film siguiendo a personajes que se desplazan a través de una especie de laberintos que parecieran remitir a los recovecos de las actividades políticas que la película denunciará de forma un tanto inocente, bordeando entre la ignorancia y la irresponsabilidad, como nos tiene acostumbrados en el resto de su films como único director, Santiago Mitre.

En sus obras anteriores, “El Estudiante” y “La Patota” (Remake), Mitre ahonda temas políticos y sociales filosos en momentos sensibles de la sociedad argentina. Uno podría pensar en el talento que significa tener tal ojo para poder tratar temáticas contemporáneas de formas casi “premonitorias”, pero lo que a veces hace ruido es la liviana, superficial y estereotipada forma en la que son contados tales relatos.

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Desde una mirada siempre ajena y distante, Mitre y Llinas, quien suele escribir junto al director todas sus obras, retratan un momento, presidente y alianza “hipotética” pero previsible, para relatar, una vez más, al manejo y naturaleza del poder.

Con sub tramas que entorpecen de a momentos el avance del film, la duda es constante sobre cual es la historia que nos están contando, por más que aquellas líneas se reúnan en el punto de la construcción del personaje principal, interpretado por Ricardo Darín, para poder utilizar como excusa todo aquella parafarnalia de la cumbre de presidentes latinoamericanos.

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“La Cordillera” retrata de forma impecable a nivel técnico este relato que serpentea entre la rosca política de Fincher con la ciencia ficción a lo Stephen King, donde las vicisitudes políticas están tan bien graficadas en las repetidas tomas cenitales de las curvas rutas que rodean la Cordillera de Los Andes, junto a solidas actuaciones, con un Darín que compone al, quizás, mejor personaje de su carrera.

Apoyándose en lo que significa tener la banca de la Warner Brothers, Mitre aprovecha recursos y define una realización formalmente impecable, con un diseño sonoro minimalista y opaco, una composición musical que remite a Hitchcock, cierta puesta de cámara que recuerda, insistentemente, a “Force Majeur” y el lujo de tener a Christian Slater negociando en inglés y español con Darín.

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Así como su temática deambula entre lo sociología y la ciencia ficción indefinidamente, el guión desdibuja trayectos que, de a momentos, quedan demasiado libres a la interpretación y escalan en el intelecto del espectador.

Lo que la obra imprime de  manera precisa, pero también llamativa, como puede ser la fotografía puramente “naturalista”, no por ello menos expresiva, encuentra alguna fuga en un argumento que no termina de decidirse.

Indudablemente, “La Cordillera” genera polémica y debate, por lo que, para lo que son estos tiempos, define al film como una obra que debe visualizarse y de la cual vale la pena discutir.

Expectantes esperamos cuales serán los caminos a seguir de estos dos escritores y de la autoría de Mitre como realizador que siempre sabe encontrar el nervio y generar el reflejo.

Julián Nassif