La Primavera Árabe parecería ser la continencia económico social que abraza al nuevo film de Mohamed Ben Attia, aunque, a lo largo del mismo, todo aquello que podría haber sido de una gran aporte narrativo, dramático y cultural se vea sumamente diluido y devenga en una historia ahogada de la “tipicidad” del melodrama clásico.
Y es que, justamente, lo que veremos en el film no será más que la historia que uno imagina cuando lee un título de tales características. Inmersa, mayormente, en la ciudad de Mahdia, recorre unos pocos días de la vida de Hedi, interpretado por Majd Mastoura, un joven trabajador de la industria automotriz que lucha su paga en el duro camino de la venta de automóviles en un país (sino es una cuestión mundial) de sobre stock y baja demanda, a pocos días de casarse con su joven y bella novia. Enviado por su jefe aquella ciudad, Hedi descubrirá en su soledad a una simpática, libre y bella Rym, interpretada por Rym Ben Messaoud, quien pasa a ser integrante del típico triangulo amoroso que el título del film denuncia.
En el camino de la historia, la obra aportará elementos muy vinculados a la cultura autóctona de Túnez, que se verán contrastados, de manera sutil, con aquellas “libertades” de las personas que trabajan viajando, recorriendo el mundo y aquellos “micro climas” que suelen desarrollarse en los complejos turísticos hoteleros.
Aquellos condimentos podrían haber sazonado un plato con cierta mirada socio-política afilada y profunda, aunque terminará deviniendo en un servicio soso, aparente “for export”, redundante, en una historia demasiado convencional para llegar a tocar algún nervio.
Sumado a una puesta que hoy en día ya resulta repetida, aquella cámara en mano que persigue a los personajes, fragmentando y movilizando todo sobre un ritmo dilatado, la obra parecería más acentuar una realización perezosa, virus que a muchos realizadores parecen haber contraído con la llegada del soporte digital de alta calidad, llevando lo que muchas veces es una elección estética a recaer en apatía.
Una gran oportunidad de plasmar la disyuntiva entre formas y estilos de vida a través de estas “dos mujeres”, la impuesta y la anhelada, que se paraliza, así como su argumento, en algo insulso y desganado.
JULIÁN NASSIF