La simetría entre la opresión que atraviesa Irena, interpretada por Anna Geislerová, por los servicios de seguridad checoslovacos a mediados de los ochentas en una aún candente Unión Soviética tras copiar y guardar material intelectual de detractores del sistema socialista se ve empatada con la presión y acecho que sufre Anna, su hija y protagonista de “Fair Play”, interpretada por Judit Bárdos, frente a su entrenador de atletismo, quién además impone el consumo de una droga para desarrollar la musculatura que genera mejores rendimientos deportivos buscando la clasificación a las olimpíadas de Los Ángeles 1984.
Anna es una joven adolescente que se entrena para semejante evento pero su esfuerzo no es suficiente para su entrenador ni para su madre, quienes complotados fuerzan a que se inyecte una droga ilegal dentro del ambiente deportivo que brinda ventajas competitivas. Su camino por la liberación se va encontrando cercado por las “autoridades” de su vida, por la realidad sociopolítica del entonces retratada por el film, y por la imposibilidad del acceso a la supuesta libertad capitalista occidental.
Inclusive ve sus intentos cercados por su novio Tomas, quien también se adentra en el exilio junto a su familia en un lugar “mejor”, lejos de la represión y persecución estatal impuesta por el sistema en aquellos pagos de aquella Checoslovaquia teorizada en este film.
Andrea Sedláckovádirige una obra que transmite la siempre diferente y ajustada mirada femenina, que retrata de manera original y sensible una historia que podría haber sido retratada de forma mucho mas tosca y torpe por alguna mirada masculina.
Un film que plantea que a veces lo único que queda es correr por sí mismo. No simplemente por el bienestar que genera el ejercicio y la liberación de endorfinas, sino por la liberación que significa el movimiento independiente de nuestro cuerpo, aislado de presiones, corrupción y deseos nauseabundos.
Últimamente parecería que la herramienta del cine norteamericano de grandes producciones es apelar a la nostalgia para poder llegar al espectador y hacerle sentir algo durante un rato. Quizás el cine en general y en su historia haya sido enteramente así. Aunque la efectividad de ciertos tanques cinematográficos yankees recaen y ahondan en este elemento sentimental. Terminator Genisys, Jurassic World y tantos más en el último año, han sido efectivas meramente por su carga nostálgica, aquellos momentos del pasado que nos marcaron y aquellas primeras ediciones de las diferentes sagas que nos han llenado el corazón de ilusiones y espejismos.
“Pixeles” no queda por fuera de aquello, ya que quizás lo más potente del film es la apelación a aquellos viejos juegos de arcade. “Los clásicos” de todos los tiempos que llegamos a jugar, ya en su última etapa, aquellos que redondeamos los 30. “Pacman”,“Space Invaders”,“Centipede” y “Donkey Kong” entre tantos otros, son los videojuegos de arcade que nos llevaran a nuestra niñez, infancia o adolescencia, dependiendo la edad, y los que nos robaran más de una sonrisa al verlos plasmados en pixeles en la pantalla grande.
Sam Brenner, interpretado por Adam Sandler, es un ex campeón mundial de Pac-Man y un segundo puesto en Donkey Kong a nivel mundial que dedica su vida a la instalación de productos audiovisuales en hogares. Su amigo de la infancia, William Cooper, interpretado por Kevin James, se ha convertido en el presidente de los Estados Unidos y ambos deberán luchar contra una invasión extraterrestre manifestada en personajes de los videojuegos antes nombrados. En 1982 se había mandado una filmación del mundial de videojuegos al espacio, alienígenas encuentran esa filmación y creen que es la manera de luchar de los humanos y que están siendo amenazados. Por ello, comienzan su invasión a la tierra que se desarrolla en batallas que representan, cada una, a un video juego clásico diferente.
Sam, otro amigo “nerd” de la infancia y una Teniente General interpretada por Michelle Monaghan, a la cual por casualidad Sam le instala un equipo de entretenimiento en su hogar, son los encargados, junto a los Seals más destacados del ejército Estadounidense y parte del ejército británico, de luchar contra la invasión extraterrestre que ataca como Centipedes, Space Invaders, Pac Man y muchos más.
Luego de las aberraciones que hizo últimamente Adam Sandler, esta película sirve como un refresco y un “reboot”, acercándose muy poco a las mejores películas actuadas por el como “Happy Gilmore”. Con una producción muchísimo más grande, costó casi diez veces más que aquella, un despliegue visual fascinante y toda la tecnología a disposición, Chris Columbus logra dirigir un film coherente y redondo que no despertará inquietudes ni incógnitas pero que demostrará un deleite visual acompañado por un humor dirigido por Adam Sandler y Peter Dinklage, que funciona de manera efectiva, hasta en su versión doblada al castellano por mejicanos que alejan y enfrían un poco al espectador argentino debido a modismos, tonos y acentuaciones.
Sin apuntar a algo intelectual ni sensible, “Pixeles” brinda una cantidad de buen humor, rozando los dobles sentidos, elevando el tono, acercándose a los adolescentes y adultos, junto a una buena dosis de efectos visuales que funcionarán más con el adulto con pasado en videojuegos que a los adolescentes y niños de hoy. Eso suma otra pregunta a mi cabeza… Para que demonios proyectan, en la mayoría de las funciones y cines argentinos, las versiones dobladas, que ni siquiera están ejecutadas por actores argentinos, si no están apuntadas a los niños.
La transición del fin de la secundaria y el paso a la universidad, con todo lo que eso conlleva, es uno de los núcleos narrativos de “Ciudades de Papel” que relata de una manera similar pero diferente aquel proceso que tanto hemos visto en cientos de películas norteamericanas. O quizás no sea ese el centro. Quizás las marcas del amor de la infancia, la idealización de las personas y la cruel realidad del vacío existencial personal sean las razones que traccionan este film, así como Ahab buscaba llenar su falta logrando atrapar y matar a Moby Dick, cita que sucede en la película, sin darse cuenta que el “cierre” no está afuera sino dentro de uno mismo.
El título refiere a ciudades que supuestamente están creadas de forma ficticia por los cartógrafos para identificar una violación de autoría. Si ven en un mapa de otro que una ciudad, localidad o pueblo que ellos inventaron aparece, entonces se puede manifestar una denuncia por derechos de autor. Orlando, ciudad donde acontece el film, es caracterizada por Margo, interpretada por Cara Delevingne, como una ciudad de papel, con habitantes de papel, falsa, insignificante, rutinaria.
Todo comienza cuando Quentin, interpretado por Nat Wolff, nos cuenta que de niño Margo se mudó al frente de su casa y a partir del primer cruce de miradas quedó absolutamente enamorado. Compartieron parte de su infancia pero luego ella fue por otro camino, con otras personas, con aquellas que se destacaban y todo el mundo quería. Margo en sí se convirtió prácticamente en una leyenda a quien la gente le adjudicaba historias reales e inventadas. Todos quieren a Margo, todos quieren ser ella. Quentin, de buenas calificaciones, responsable, mantuvo su camino, retraído. Junto a sus dos amigos Radar y Ben descubren los pormenores de la adolescencia y anhelan terminar con las penosas obligaciones de la pubertad.
Una noche vuelve aparecer Margo por la ventana de su cuarto y lo lleva en un raid nocturno de venganza contra su exitoso y popular ex que la traicionó con su mejor amiga. Allí, Quentin notará que la vida puede ser de otra manera, que salir de su zona de confort le gusta y que la responsable de todas esas nuevas y atrapantes sensaciones es su tan amada Margo.
Al día siguiente, ella desaparece y Quentin cree que le dejó pistas para que la encuentre. Así los tres amigos recorrerán diferentes aventuras a lo largo de 2000 km que fortalecerán aquellos lazos amigables y les brindará nuevas y emocionantes experiencias.
Ese camino, esa búsqueda, se convierte en el hilo narrativo del film, adentrando en que muchas veces el amor es ilusorio, al cual le atribuimos logros, anhelos y ambiciones que en realidad debemos solucionar internamente.
Entre tanta película que abarca esta temática, ni hablar dentro del cine estadounidense, “Ciudades de Papel” se destaca en tratarlo de una manera un tanto diferente con una sensibilidad distinta, recordándonos que aquel milagro que esperamos que nos cambie la vida muchas veces no está donde uno cree ni va a venir por esos lados, sino que hay que observar, estar atento a todas aquellas cosas que nos suceden y que muchas veces alejamos por rutinarias.
A principio de los noventas recién tuve cable en mi casa allá en Bariloche. La mayoría de mis amigos ya tenían y yo aprovechaba las visitas a sus casas para mirar dibujos animados y algunas películas que no daban en la señal de aire de la ciudad. Finalmente, llegó el cable a mi hogar y junto a él canales de los que me hice adicto automáticamente como ESPN, allí empezó mi gusto por el fútbol americano, The Big Channel, donde veía dibujitos y series y, particularmente, una de las mejores cosas de la TV, HBO. Allí durante los primeros tiempos no paraban de pasar, hasta mas de una vez por día casi todos los días, “Terminator 2: The Judgment Day”.
En ese entonces se generó algo en mí que pocas veces había sucedido. No pude parar de ver aquella película una y otra vez. Cada cuadro era admirado y cada vez que uno veía el film aumentaba las ganas de ser John Connor con su motocicleta. Recién años después vi “The Terminator” y ahí me di cuenta de la genialidad cinematográfica que expresaba, al menos para el cine de ciencia ficción y acción. Continué viéndola hasta lo que para algunos sería hartazgo, tanto estudiándola en la facultad como enganchándola por cable a altas horas de la noche.
Comento todo esto, que a muchos puede no importarle ni interesarle en lo más mínimo, porque creo que es lo que genera y tracciona para que uno quiera ver y dar una oportunidad a cada nueva entrega de esta saga.
Después de una desastrosa “Terminator: Rise Of The Machines” y de una diferente, y muy a mi gusto, “Terminator: Salvation” donde el tono, la estética y los climas cambiaron, retomando “You Could Be Mine”, siendo la primera de la saga en centrarse en un John Connor adulto en un futuro apocalíptico y siendo la primera en incluir a un Arnold Schwarzenegger joven y realizado por CGI (Computer Generated Images), esta nueva entrega adopta aquella tecnología y la reutiliza para volver a generar el Arnold de 1984 y para muchísimos de los escenarios, efectos especiales y personajes.
Lo particular de esta ocasión es que no logra aportar algo narrativo a la trama sino que ahonda en lo que ya conocíamos, rebota en los viajes temporales que los llevan a la época de la primera y segunda entrega y borra de la historia narrativa a lo que sucedió en la tercer y cuarta película. De esta forma funciona como una especie de precuela, secuela y reboot de la historia ya conocida, dejando de lado los desarrollos posteriores.
Con el supuesto visto bueno del creador de las originales, James Cameron, Alan Taylor dirige una película que de a momentos nos hará pensar que es lo que realmente está contando, cual es el sentido de este repaso por la historia ya conocida y hasta adonde llegará esta serie de ediciones, ya que notamos, desde el comienzo, que esto no termina acá. Lo que queda ya detallado y aclarado durante los créditos donde unos pocos planos nos anuncian que va a venir mucho más.
La actuación de Emilia Clarke como Sarah Connor no es errada pero se aleja de la heroína prácticamente feminista y combativa que tan bien era representada por Linda Hamilton, quien poseía unos rasgos más andróginos y una actitud y presencia mucho más determinante y resistente. Aquí la belleza de Clarke nos distrae en algunos casos y hace que se pierda aquel impacto de la madre protectora en lucha en un mundo acercándose al apocalipsis.
Jai Courtney, quien interpreta a Kyle Reese también tiene mucha menos gracia que Michael Biehn y aparenta una presencia física mucho más imponente pero una docilidad frente a la crisis que lo hace poco creíble.
Arnold, que representa aquel Terminator “viejo, pero no obsoleto”, del cual su piel y pelo han envejecido por el avance de los años, siempre es acertado, exceptuando algunos chistecitos fáciles que lamentablemente abundan en el film y, junto a un cuidado en no exceder la violencia, en no mostrar partes desnudas de algunos cuerpos y una serie de momentos de amor absurdo y adolescentes entre Kyle y Sarah, logran que este film tenga un público más amplio al reducir la edad límite para poder verla.
La música, que tiene al genial Hans Zimmer como productor musical ejecutivo, vuelve a ser impecable y remarca que el tema clásico de Terminator sea una de las mejores bandas sonoras, creada por Brad Fiedel.
Los diseños de arte y los efectos especiales vuelven a estar en el tope de gama y entregan un deleite visual impactante tanto en 3D como en las versiones 2D aunque la falta de química entre los dos protagonistas generan que toda esa espectacularidad decaiga en los puntos más básicos del film como la representación actoral de personajes, más aún cuando deben tener cierta intensidad.
Una película que nos dejará algunas preguntas más que certezas, que decepcionará de a momentos pero a la vez nos hará sonreír en otros, especialmente cuando el gran Arnold aparece en pantalla, quién siempre es efectivo en este tipo de roles y genera una empatía especial, muy diferente a cuando se proclama en otros ámbitos.
Definitivamente vamos a ver este film y nos vamos a quedar extrañando una gran frase, imaginarán a cual me refiero, y un gran tema como “You could Be Mine” que aparenta ser suplantado por un “I Wanna be Sedated” de The Ramones.
Cinematografia 