Recuerdo en 1993 cuando meses antes de que se estrenara la original veía lo que era casi una instalación de cartón y luces que anunciaba lo que sería una película de las características de Jurassic Park. Mirando a través de la vitrina de vidrio del cine Arrayanes en Bariloche observaba aquella majestuosa representación publicitaria de un film que cambiaría las características de realización cinematográfica, al menos en lo que respecta a cierto tipo de efectos especiales, animatronics y animaciones avanzadas. Aquella camioneta guiada por un rail cual scalectric, iluminada por pequeñas lucecitas que ingresaban en las inmensas puertas de aquel primario parque, anunciaban que lo que veríamos sería, como mínimo, emocionante.
No la pude ver en su estreno ya que contenía imágenes que mis padres no creían aptas para mi edad de 9 años debido a la violencia que generaban las escenas de dinosaurios comiéndose gente, pero si lo pude hacer meses después, en alguno de los ya desaparecidos cines de la calle Lavalle, en Buenos Aires, junto a mi abuelo. Eso, además, le dio como ese gusto de prohibido, de romper reglas.
En el momento que el paleontólogo Adam Grant y la paleobotánica Ellie Sattler recorren en sus Jeeps las lomas y praderas de aquella misteriosa isla donde observamos por primera vez a un conjunto de brontosaurios generó una sensación en mi estómago símil a la del enamoramiento que nunca voy a poder olvidar. Así también la explicación de cómo se había llegado a desarrollar genéticamente a estos nuevos dinosaurios en tal particular parque temático.
Seguramente todo aquello que relato y que algunos compartirán será lo que los llevará al cine a ver “Jurassic World”. La nostalgia y el romanticismo de aquello que nos ha dejado marcados logrará acercarnos a las grandes pantallas para ver la última entrega de la saga, aunque en este caso dirigida por Colin Trevorrow, el cual hace un buen trabajo, sin olvidar que es su primer aparición en el cine de Hollywood y que lo hace frente a un tanque gigantesco.
El tono del film y su tratamiento se aleja de a momentos de aquella primera entrega, remarcando la ausencia de Spielberg en la dirección, aunque manteniendo cierta esencia, desarrollando varias escenas en homenaje y uniéndose constantemente aquella primera película, aparentando la inexistencia de “Jurassic Park, El Mundo Perdido” y de “Jurassic Park III”.
El trabajo de Chris Pratt como Owen, quien es un aparente adiestrador de velociraptors en este nuevo parque, eleva un poco el nivel de las actuaciones y genera que los típicos chistes metidos a presión sean efectivos, evitando generar cortaduras en los labios de quien lo vea. Acompañado por Bryce Dallas Howard, quien interpreta a Claire, la jefa de operaciones del lugar, huirán y lucharán contra aquellos bestiales dinosaurios carnívoros que quieren arrasar con todo a su paso, intentando de rescatar a los sobrinos de aquella que se han perdido por el parque disfrutando de algunas aventuras demasiado peligrosas.
Pasaron 22 años de aquel viejo parque jurásico realizado por John Hammond. Ahora, el legado de aquel vive en un parque de última tecnología y lujo, que se repleta de visitantes hambrientos por ver dinosaurios más grandes, más violentos y con más dientes. Para aquello, aquel Dr. Henry Wu que había desarrollado el ADN del tiranosaurio rex, velocirraptor y demases siguió involucrándose en el mundo de la manipulación genética, logrando mezclar dos tipos de dinosaurios en uno, el Indominus Rex, una especie de Tiranosaurio mucho más grande, violento y, lo peor de todo, mucho más inteligente.
Como todos preverán, en un momento hay un desperfecto en las barreras de contención y los dinosaurios más peligrosos recorren la isla alimentándose de todo humano y ser vivo que se les cruce. Allí es donde la película deja de lado la parte más “científica” y reflexiva para volverse una película de persecución que prácticamente no da respiro.
No hay que buscar encontrar una evolución o sensaciones y sentimientos similares a los que nos generó aquella obra del ’93. La película no los proveerá. Si convidará de guiños y sonrisas en muchas de las tantas simetrías y homenajes a planos y escenas relacionadas a la obra pasada. La música de John Williams sigue siendo tan genial como hace 22 años y ese piano nos revuelve el corazón.
Quizás el exceso de animaciones donde ya no sabremos que es Live Action y que es CGI nos despegará un poco de la pantalla y nos alejará sensorialmente, aunque también la tecnología se ve bien aprovechada en la calidad de los efectos especiales. Se vuelve un tanto repetitiva de a momentos y será algo más de lo mismo que todas las entregas, pero también aportará una superficial reflexión sobre la manipulación genética y un planteo sobre cual es realmente el control que un hombre puede tener sobre otro elemento de la naturaleza.
Para grandes y chicos, para quienes recién disfrutan de esto en pantalla grande o para el adulto que vuelve a ser niño durante poco más de dos horas, para los nostálgicos y para los románticos. Jurassic World es una catarata de pochoclo que logra llegarnos al corazón, basada en muchos elementos del pasado que acertadamente logran la nostalgia buscada.
JULIÁN NASSIF
Cinematografia 
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