THE MAN WHO SOLD HIS SKIN

En un mundo donde la libertad de las personas es prácticamente inexistente, convertirse en commodity parece ser la única forma de poder circular libremente por el mundo y “ser libre de verdad” (Moris dixit)

Huyendo de la opresión, Sam cruza al Líbano para poder mantener su vida pero no así su libertad. Como refugiado Sirio, nuestro protagonista, no solo añora al amor de su vida que obligada tuvo que caer en manos de un poderoso compatriota, sino que lucha por la discriminación y la segregación cuando un artista de reconocimiento internacional lo encuentra y lo somete a una nueva forma de arte a cambio de una visa europea y porcentajes de ganancia.

Interesante tratamiento sobre la libertad y los límites físicos y morales nos brinda la directora Kaouther Ben Hania en una obra que retrata aquellas temáticas con sutileza y una puesta en escena sumamente interesante que saca a relucir lo impactante del lenguaje cinematográfico, utilizando recursos que, lamentablemente, actualmente se ven únicamente explotados por su valor estético y estilístico, para llevarlos a su más compleja expresión donde aportan drama y narrativa.

Con un final un poco aniñado, aparentemente irresuelto o hecho de una forma demasiado occidental y con un nexo a las tierras del oeste que se da por quizás lo peor del film: la floja interpretación de Mónica Bellucci, The man who sold his skin aporta a un debate en boga en el ambiente del arte, como así también una realidad de cientos de millones de personas alrededor del mundo.

Julián Nassif

POWER OF THE DOG

Con una dirección de fotografía absolutamente exquisita y basada en el libro homónimo de Thomas Savage, Power of the dog construye un relato que ahonda, por un lado, en los lazos emocionales y amorosos entre hombres en un época donde resultaba, prácticamente, socialmente prohibitivo. Por el otro, la ambigüedad de la toxicidad masculina y su hipocresía.

De interpretaciones que derrochan talento (Benedict Cumberbatch, Kirsten Dunst, Jesse Plemons y Kodi Smit McPhee) el film complementa a su belleza estética y acompaña un ritmo de a momentos cansino, aunque preciso en los tiempos del relato y la velocidad del ambiente y la época.

Power of the dog es una evidencia, una vez más, de obras cinematográficas destacadas y de altísima calidad que encuentran su cuna en una de las tantas plataformas de streaming a las que uno puede elegir suscribirse.

De corte más “festivalero”, lograda pericia y, por sobre todo, una belleza que confronta aquellos pasajes opresivos (excelentemente logrados inclusive en los espacios más expansivos y abiertos que la naturaleza nos puede brindar), Jane Campion logra una obra que se planta firmemente como un candidato a tener en cuenta para los Oscar’s 2022.

Julián Nassif