LICORICE PIZZA

Amantes y no tanto pueden acordar que el talento y la capacidad tanto narrativa como estética y dramática de Sir Paul Thomas Anderson son innegables. La versatilidad de su arco artístico y la variedad en sus ejecuciones a lo largo de las décadas junto a su tamaña calidad veleidosa que ha inoculado en su historia demostrando composiciones complejas de gran capacidad en su diseño de producción así como también relatos más “simples” o “tangibles”, demuestran que estamos frente a un fuera de serie.

Licorice Pizza demuestra, una vez más, esa esencia única del autor donde entrama un coming of age (un poco pasado de edad) con excéntricos personajes y pasajes cuasi surrealistas (o puntillosamente cinematográficos), construyendo relatos dentro del relato, con una belleza única y un diseño de arte que sin importar cual sea tu edad envidiarías (seguramente tu marca de ropa favorita está sacando ese estilo esta temporada).

Con el debut de Cooper Hoffman (sí, el hijo de Philip) y la flamante actuación de Alana Heim (junto a participaciones estelares de varios, entre ellos Sean Penn, Tom Waits y Bradley Cooper), quienes hacen una interpretación admirable y prometedora, el autor redondea una obra que bien podría ser la historia de amor dulce e inexistente de Once Upon a Time In Hollywood (sacando todo el tinte Tarantino) y nos brinda una caricia tierna en un mundo que ya no es.

Una historia de amor de esas que a todos nos gustaría haber vivido o algún día vivir, en un entorno que a muchos de nosotros nos hubiera gustado, al menos, conocer.

Julián Nassif