“Me case con un boludo” podría ser una especie de secuela encubierta de “Un novio para mi mujer” como así lo fue, entre comillas, “This is forty” de “Knocked Up”, perdón por el insulto Judd Apatow, es solo figurativo mi ejemplo. Lamentablemente, esto no sucede debido a que los personajes de esta dupla comercialmente exitosa Suar–Bertuccelli no tienen cierta continuidad con aquellos como la Tana Ferro y el Tenso Polsky y tampoco tienen aquella química.
Las memorables escenas de aquel film no se ven reflejadas en éste donde el protagonismo se ubica sobre el personaje del boludo, el exitoso actor Fabián Brando, interpretado por Adrián Suar. Él es un actor de trayectoria internacional que ha trabajado en películas dirigidas por grandes directores de la cinematografía mundial quien, en afán de ayudar a una principiante Flor en una de sus películas, interpretada por Valeria Bertuccelli, termina enamorándose de ella iniciando un camino de convivencia y pareja peculiar que se irá transformando a partir de que ella descubre que a quien realmente ama es al personaje del film y no al actor, no al boludo que tiene a su lado realmente.
Todo esto sucede en el inicio del film, repleto de lugares comunes, estereotipos y gags que Suar parece haber robado de Jose Maria Listorti, Guillermo Francella y Ben Stiller, solo aportando sus agotados típicos gestos repetitivos que no se alejan de cuando uno lo ve en alguna entrevista de Mirtha Legrand. Evidentemente, la actuación de Suar pega y paga, mucho más cuando está junto a Bertuccelli y solo por eso uno supondría que aún tiene tiempo de pantalla este tipo de films. También se entendería que es una especie de “proyección”, de “salto” de calidad de aquello que tanto funciona en la pantalla chica.
Sobre gustos no hay nada escrito y seguramente esta obra la vayan a ver gran cantidad de espectadores, como suele pasar con todas las películas de las que participa el “chueco”. Pero aquí arriesgaría que aparece una constante donde el espectador nunca estalla de risa, que es a lo que este tipo de comedias románticas apela, y se quedará con una mueca o hasta alguna mordida de labios cuando identifique que el personaje no está generando una sonrisa sino que está haciendo las muecas típicas que en otro entonces han despertado alegría. Allí es donde aparece la sobre actuación y la exaltación de las interpretaciones que molesta y desapega al espectador. Uno entiende que el actor está interpretando al personaje de una manera que cree que va a ser graciosa o que lo ha sido en alguna otra película. Pero no, no es así.
Uno entiende que hay una culpa compartida en este sentido entre una mala interpretación, o un descanso actoral que se apoya en el éxito pasado, y una mala dirección de actores de parte del director Juan Taratuto que sí se destaca en algunos pequeños “homenajes” que la película realiza a grandes obras del séptimo arte.
Si, es simpática la obra. Si, algunos reirán. Pero quien buscaba una segunda parte de “Un novio para mi mujer”, una evolución de aquella o al menos una comedia romántica llevadora y reflexiva va a chocar contra una pared de más de lo mismo y de saturación interpretativa. Y eso dejando de lado lo inverosímil de muchos fragmentos y la nula identificación con el argentino.
JULIÁN NASSIF